"Todas las artes en general y en particular el arte de la danza purifican el espíritu gracias a la comunicación directa con nuestro interior y el mundo de la contemplación. Es sanador a nivel músculo/esquelético porque corrige aspectos del cuerpo brindando una buena y correcta colocación a la columna vertebral y el dominio del eje central acomoda los pies cuando estos arraigan su fortaleza desde abajo hacia la cúspide cervical. Las vértebras respiran salud estirándose hacia su libertad. A lo largo de mis años de labor como docente he comprobado la metamorfosis ocurrida en las alumnas que siguen las clases y en aquellas que he formado desde adolescentes, hoy bailarinas profesionales. A la hora de transmitir la pedagogía de la danza opté por otros senderos utilizando mis propias fórmulas fructíferas en la maduración artística, donde la visión holística del Ser conforma la clase. Nuestro cuerpo entraña un arte diario de consagración, conectado con los meridianos que atraviesan la circulación sanguínea de la cabeza a las extremidades inferiores y en el reflujo de cada marea lunar nos unimos a nuestra esencia. Cuando los alumnos ingresan al salón de clases, templo sagrado que abraza el cuerpo, aprenden que allí no solo esculpirán la escuela académica del Ballet y la danza contemporánea sino que entibiarán el espíritu y canalizarán dolores para tolerar la renovación de sus propias estaciones. El colosal abanico del sujeto cobra formas diversas mutando lo antiguo del organismo para explorar la novedad. Enseñarles la fugacidad del arte de la danza implica conducirlos por aquellas rutas donde zigzaguean los sentidos, abordando la intimidad de sus lados femeninos y masculinos en pleno desarrollo, y acondicionarlos para la conquista de un eje sostenido que separa el núcleo al tiempo que fusiona la correcta simetría humana. Es primordial encarar la envoltura sensorial y perceptiva, para que el foco de atención profundice su mirada en las áreas tangibles, emotivas y anímicas donde sucederá la entrega y el abandono de lo conocido. De una clase de danza nunca se sale del mismo modo que se ingresó. La danza es Yoga, meditación, una religión física y del alma. Es Uno y su Dios.Uno con Uno mismo entrando al éxtasis, viviendo la pasión que arde en el vientre, posicionando los músculos tensos, armonizando las caricias que perforan los oídos gracias a la música que se adentra en las carnaduras y retuerce la realidad. Los pies son una lengua que aprisiona el tapete negro igual que una boca succionando el fervor del encuentro amoroso. Acordes y cimbronazos, versatilidad y emoción. Medicina para cualquier pena del alma que se corporiza de inmediato. La más firme sensación de ser artista ocurre mientras trabajamos, transpirando, aprendiendo los pasos, cuando voy creando y dando vida a tantos personajes, buceando en el interior para abrir la mente y tantos mecanismos trabados. Luego el escenario será un suspiro, la brevedad lumínica reverberando en el corazón"©Karina Isabel Roldán
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